domingo, 24 de marzo de 2024

Mirtha Legrand PAUTERA de la municipalidad marplatense

 

Titanes en el ring: Mirtha vs. Milei por el Gaumont

La Nación

Tan solo con donar los 50 millones de pesos del auspicio que le otorgó la municipalidad marplatense este verano a su producción, Mirtha Legrand podría haber sostenido por sí sola el funcionamiento del Cine Gaumont durante casi cuatro meses. Así, por lo menos, se desprende de su costo operativo en todo 2023: 153 millones de pesos. “Ojalá lo pueda comprar; me encantaría”, dijo su nieta, Juana Viale, por TN. Aunque las facturas por temas pendientes (mapa eléctrico, sistema ignífugo, ventilación, servicios adeudados, recambio de proyectores, etc.) suman varios millones más.

¿Deben los privados financiar emprendimientos culturales o ese peso debe recaer exclusivamente en el área pública? El “alimento cultural”, lejos de ser un lujo innecesario, se torna imprescindible para que también los que menos tienen puedan acceder a precios accesibles o gratis a propuestas formativas, como el acceso a museos o a funciones de cine y teatro de calidad.

De todos modos, destacados particulares ya hace tiempo que se involucran. El Malba, por ejemplo, a pesar de ser privado, es gratis los miércoles para jubilados, estudiantes y docentes. El formato de “asociación de amigos” asiste en paralelo al Complejo Teatral de Buenos Aires, el Museo Nacional de Bellas Artes o el Teatro Colón. Ofician de “hadas madrinas”, hacen posibles arreglos o compras que la burocracia estatal no resuelve en tiempo y forma.

Pero si, según parece, vamos hacia un Estado menos dispendioso, sería bueno que el altruismo privado diera un paso más decidido al frente, como sucede en el mundo desarrollado. El Estado podría estimular esa participación con importantes desgravaciones impositivas.

Sin embargo, ¿por qué la más longeva estrella de la TV argentina debería hacerse cargo del Gaumont?

¿Acaso no es suficiente la huella indeleble que dejó en el cine argentino como protagonista de inolvidables clásicos? La contribución de la familia Martínez Suárez (verdadero apellido de la Legrand) al ámbito audiovisual ha sido significativa. Los dos hermanos de Mirtha tampoco se quedaron atrás: ni su gemela, Silvia, también con participaciones estelares en la gran pantalla y, ni qué decir, José, director de películas memorables y, en sus últimos años de vida, gran conductor del Festival Internacional de Mar del Plata.

La polémica se instaló cuando la diva se hizo eco de un rumor que, por ahora, no encuentra confirmación oficial: el cierre del Gaumont (por el contrario: toma cuerpo la idea de convertirlo en el “Teatro Colón del cine argentino”). Legrand se preguntó en su programa qué podía costar mantenerlo, dando por descontado de que se trata de poca plata. Ni bien afirmó que “la gente del ambiente tenemos que hacer algo”, un politólogo y profesor de Ciencias Políticas de la UBA tuvo una idea concreta al respecto. “Qué gran gesto sería que Mirtha compre el Gaumont –escribió Julio Burdman en la red social X–, que pase a llamarse Cine Gaumont-Legrand y que proyecte solo películas argentinas”.

La ocurrencia habría pasado inadvertida, o con acotada repercusión, de no haberla retuiteado el presidente de la Nación, Javier Milei.

Meterse con la Legrand es riesgoso. Al calor de su increíble capacidad para imponer temas en la agenda periodística, redobló la apuesta sin temor a chamuscarse y no tardó en replicar. A los 97 años, una vez más supo poner a medios y redes sociales al rojo vivo. Que asegure que le da “cierto temor” que el Gobierno retruque sus dichos más filosos es algo difícil de creer, experta como es en capear temporales ideológicos mucho más peligrosos: el levantamiento de su programa durante el gobierno de Isabel Perón; su demanda a los militares por incumplimiento de contrato; hacer cargo a Raúl Alfonsín de que no pudo trabajar en la TV durante su mandato, y las bestiales blasfemias que sufrió durante el apogeo kirchnerista.

Con Milei la cosa venía bien –lo tuvo sentado a su mesa como candidato y como presidente, y para su último cumpleaños el mandatario tuvo la deferencia de grabarle un saludito–, pero ella no perdonó el incidente del Gaumont y lo calificó de “desagradable”. El Presidente no puede ignorar que si uno retuitea un mensaje es porque lo avala. Y eso abre las compuertas para que los fanáticos salgan a criticarla ferozmente. Un bullying inútil porque Mirtha está blindada. No conviene tenerla de enemiga.

Meses atrás, fue la figura descollante en el Gaumont cuando se proyectó un documental sobre Luis Sandrini. A su término, tomó el micrófono, comentó el trabajo a viva voz y fue ovacionada por el público presente. La Legrand, en sí misma, ya es patrimonio nacional y, como tal, debería ser protegida y no expuesta al escarnio por las autoridades nacionales.

A fin de este mes, el Incaa no renovará noventa contratos. Cinco pertenecen al staff del Gaumont, que así quedaría reducido a 26 personas. En sus tres salas programa unas 500 funciones de una treintena de películas, que ven entre 32.000 y 35.000 personas por mes. La entrada es de apenas $400 (jubilados, pensionados y estudiantes abonan la mitad; en tanto que los tickets de cines comerciales llegan hasta $7400). “Acá no hay casta”, se lee en afiches pegados en el hall del establecimiento.

En 2013 la Sociedad Anónima Cinematográfica (SAC) le vendió el Gaumont al Estado. De haberlo sabido a tiempo, lo hubiese comprado el productor teatral Carlos Rottemberg. (LN)


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