sábado, 7 de octubre de 2023

El Tántrico y sus "hijitos" en cautiverio, con el adelanto del libro "El loco"

Un par de párrafos con datos aparte antes de entrar en lo que luego continúa como un anticipo del libro "El loco"

"Dicen las malas lenguas (que aseguran estar muy bien informadas) que a sus hijos de 4 patas los tiene encerrados en dos habitaciones enfrentadas en las que hay dos celdas en cada una. No quiere que nadie los vea y no interactúan con otros animales ni personas. Permanecerían constantemente dentro de las celdas mencionadas.

La pregunta es... Si él los llama mis hijitos, ¿quién tendría hijos enjaulados de esa manera dentro de una habitación?

Según él mismo lo ha manifestado, por la pandemia los perros se desacostumbraron a ver gente y animales y por eso los mantiene así en cautiverio.

Se desconoce si en el pasado ha sido denunciado por algún grupo de defensores de animales."



Javier Milei camina con delicadeza, casi en puntas de pie, como una bailarina dando sus primeros pasos en un escenario difícil. Está en su casa en el Abasto, que desde hace un tiempo se convirtió en una zona de riesgo hasta para su propio dueño. Un paso en falso o un descuido lo pueden mandar derecho al hospital. Es eso, de hecho, lo que está a punto de pasar esta noche.

Cuando los seis clones de su perro Conan llegaron desde Estados Unidos eran apenas cachorros simpaticones. Él les puso el nombre de sus economistas liberales preferidos: Murray (por Rothbard), Milton (por Friedman), Robert y Lucas (por Robert Lucas), además del reemplazo de Conan. También había un sexto, que falleció al poco tiempo. Los animales clonados son más susceptibles a las enfermedades y tienen menos expectativa de vida, y en el caso de Milei también pueden llegar a tener un desenlace inesperado: sería el cachorro muerto -“el angelito”, lo llama-, junto al Conan original, quienes le abrirían el “canal de luz” que le permitiría “recibir información del Uno”, como le dice él, así en mayúscula. 

Los clones llegaron en mayo del 2018. Para el 31 de marzo del 2019, la noche del accidente, estaban cerca de cumplir un año. Lo cierto era que tenía a estos animales gigantescos metidos en un departamento de 100 metros cuadrados, en un edificio en el que vivía mucha más gente. El último manotazo del libertario fue separarlos. Milei temía que se salieran de control o se pelearan entre ellos, y por eso dividió el living en partes iguales para cada perro. Atornilló ganchos en el piso, como las estacas que se usan para las carpas, desde donde ataba a cada uno.
El Loco, Editorial Planeta

Así, los canes se empezaron a mover sólo por el largo que le permitía la correa, que iba atada hasta el gancho. En el medio había dejado un espacio libre, al que no podían llegar, para poder transitar y darles comida. Además del temor a un accidente, los mastines ingleses traían otro problema. La casa se había convertido en un inmenso chiquero, tomada por los animales que hacían sus necesidades, tan grandes como ellos, en su lugar designado en el living.

El 31 de marzo se cumplieron sus temores. Los detalles no son del todo claros. La versión oficial fue que dos de los perros se trenzaron en una furiosa pelea -algo debe haber fallado con su sistema de ganchos- y él, jugándose la vida, se metió en el medio de la trifulca para separar. Pero a sus conocidos les contó otra cosa: que esa noche él estaba yendo por el camino del living por el que podía moverse, pero tropezó y cayó sobre uno de los animales. De cualquier manera, el resultado de ambas historias es el mismo. Uno de los mastines lo atacó y lo mordió feo.

Milei terminó en el hospital. El brazo izquierdo tenía heridas serias y tuvieron que darle unos cuantos puntos de sutura. También ponerle un yeso. Fue una lesión que le demandó varias curaciones y regresos a la clínica para terminar de sanar. Y, dentro de todo, el economista la había sacado barata.

Él ya lo sabía desde antes, pero el incidente terminó de confirmárselo. No podía llevar a nadie a su departamento, entre el peligro de los animales y la suciedad que generaban. Su hogar se empezó a convertir en una fortaleza inexpugnable, a la que nadie podía entrar. Milei tenía que inventar excusas una y otra vez para justificar por qué no podía recibir personas en su hogar. “Es que esto es Kosovo”, decía, y lo presentaba como si fuera un chiste. Pero nadie podía imaginar lo real, lo cruda, que era esa frase. La casa de Milei era Kosovo, y su psiquis también. Se estaba cocinando una tormenta perfecta.

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3 comentarios:

  1. Y pensar que su padre es un poderoso empresario, con inversiones en EE.UU.!!
    Me topé ,hoy, con un vecino que compartió con él, la escuela secundaria y me comentó que siempre fue así, un loquito desatado y excéntrico. Qué habrá pasado en su familia??

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  2. Es un delito el maltrato animal. Entonces, el que sabe debería hacer una denuncia. Me parece mucho

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  3. Dios mío !!. Pensar que todavía hay gente que lo sigue y lo endiosa. Una parte de nuestra sociedad está muy enferma.

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