lunes, 17 de abril de 2023

¿Qué mete más miedo: Aníbal y la sangre, la inflación o las internas? - Por Ricardo Roa

 

¿Qué mete más miedo: Aníbal y la sangre, la inflación o las internas? - Por Ricardo Roa

El Kramer vs. Kramer de Larreta con Macri tiene un costado más emocional que racional. 

La anibalada del ministro Fernández de amenazar, bajo el disfraz retórico de advertencia, que si gana la oposición habrá más cadáveres que en Ucrania, no fue distracción sino exacta puntería sólo disimulada por si hay algún distraído: en el gobierno y en la vieja política se sigue creyendo que un ruido desaloja a otro y, si es fuerte, mucho mejor. 

Aníbal, oráculo apocalíptico, predijo que “las calles van a estar regadas de sangre y de muertos”. Los 70 son un pasado que para el kirchnerismo nunca parece distante pero hace mucho que no se oía semejante cosa. Esta vez hubo algo más: sabían que la inflación de marzo no sería de 7, o alrededor del 7, como casi todo el mundo esperaba, sino de alrededor del 8. Porque eso es 7,7: casi 8.

Y cada vez más lejos del 3 que Massa había prometido, justamente, para marzo. Un 3 que hacía que la asunción del superministro Massa dejara varado al helicóptero un día antes de que el gobierno tuviera que subirse a él, según el diagnóstico-pronóstico del ex ministro Ferraresi, ya de vuelta a su intendencia de Avellaneda. Massa consiguió la supercifra más alta de los últimos veinte años, que suena a un adiós a sus pretensiones de ser el candidato de Cristina Kirchner.

Si Aníbal Fernández buscó asustar con sangre y muertos bien pudo haber calculado que lo suyo podría ser tomado como un adelanto de planes oficialistas. Ya lo denunciaron. También pudo calcular que con tanta inflación y tanta inseguridad es muy difícil saber si queda lugar para meter un miedo más. En el gobierno creerán que sí.               

Pero el miedo que entra es en el propio gobierno que se ve mirando no al segundo sino al tercer lugar en las elecciones. Los tiros, los muertos y los robos son los que sí siguen sin miedo alguno. El jueves hasta acuchillaron a un inspector, que no deja de ser colectivero, nada menos que en plena 9 de Julio y Rivadavia. Más céntrico de la Ciudad, imposible.

Y encima vino el 7,7 que sigue al 6,6 de febrero, que sigue al 6 de enero. Pum para arriba. Massa calla o consigue estar afuera cuando las cifras no convienen. Con eso estira la fecha de caducidad de su promesa. Aún está en el Norte, como es de norma, pasando la gorra. El viernes, la vocera Cerruti explicó las profundas razones del número que representa el peor momento del impacto de la guerra y la peor sequía, etcétera. En enero había asegurado que el país estaba en la senda correcta, etcétera. Pobre Cerruti: ya no sabe qué decir. Por eso sale Aníbal. También Kicillof, que quiere explicar que se viene la derecha a sacar derechos y se suma al clamor por la inocencia o candidatura de su jefa Cristina.

De pronto, el gobierno entero ve claro el futuro ajeno más que el propio. Rossi, jefe de ministros, riega lo regado por la sangre vaticinada por su ministro de ... Seguridad: de ganar la oposición, se duplicará la inflación y la pobreza. Es un latiguillo que suena fuerte pero para duplicar la inflación y la pobreza que están dejando haría falta otra gestión kirchnerista. Lo raro es que no les parezca raro que tengan tanta visión para lo futuro y con lo pasado y lo presente no acierten ni una.

Es táctica de campaña. Después de casi tres años y medio de gobierno horrible, necesitan apostar a la polarización y al miedo. Su clientela está temerosa y con razón: no pertenece al círculo que tiene dólares en el colchón. Vive del plan y por eso hay que tratar de asustarlos. Ojo: vienen a quitárselos y mucho más.

El plan o cálculo se puede resumir así: si no estalla la economía, el peronismo kirchnerismo puede retener un 30% de los votos, y con eso sueñan clasificar para el balotaje. Por las dudas de que sea sueño, ahí está la reaparición de Cristina, insuperable con el discurso, por más que Aníbal cree que le puede empatar. Acaba de confesar que ella no está para eso de cuidar nietos, como tantas otras abuelas, las del montón. No se sabe para qué está.

Los del Pro, más que agradecidos. Su barullo interno, que a esta altura supera al de los radicales, había desplazado al de los K de la agenda. Repasemos el Kramer versus Kramer de Larreta con Macri. Por empezar, su costado racional. Macri se bajó de la candidatura aunque tenía grandes chances de ganar la interna. Hubo aplausos unánimes al renunciamiento. Creyó que quedaba con más poder para ordenar la tropa. Se equivocó.

Larreta veía su aspiración presidencial yendo para abajo en las encuestas mientras Bullrich subía, inocultablemente cosechando simpatías del jefe o ex jefe ahora Mauricio. Se convenció de que debía romper ese proceso. Romper más que detener. Dar una prueba aunque tardía de carácter y sacar chapa de jefe. Lo había intentado en 2021, cuando puso de candidatos a Santilli y Vidal sin avisar a Macri y luego ninguneó a Macri en el festejo de la victoria. Ahora, sin avisar ni a Macri ni a Bullrich ni a Vidal, se cortó solo con una elección concurrente que beneficia a sus aliados radicales Lousteau y Yacobitti.

Larreta dice: hice lo que manda la ley. En realidad, la ley también le permitía llamar a una elección simultánea que habría favorecido a su propio partido, como reclamaba Macri. Larreta eligió la legalidad que más le convenía. Privilegió su candidatura a la permanencia del Pro en la Ciudad. Tuvo dudas hasta el final: grabó cuatro versiones con diferentes propuestas electorales.

También están y pesan mucho las cuestiones emocionales. Larreta trabajó con Macri desde la fundación del Pro. Antes de heredar el sillón de alcalde, fue su jefe de gabinete. Conocerse desde hace mucho no es sinónimo de amistad. En esa relación de tantos años a ninguno le faltaba una razón lo bastante buena para pelearse. Y para guardar rencor. En un punto, esa relación estaba rota.

Larreta no se sentía en el sitio que quería estar. Y los suyos le pedían que se le plantara a Macri. Esta semana festejaron. Al fin hiciste lo que tenías que hacer. Otros mensajes fueron sólo de entusiasmo obligatorio. Otros piensan que se le fue la mano y metió la pata.

Para los dos arranca una complicada etapa de resentimiento. Es poco probable que vuelvan a coincidir en el mismo lugar. Larreta metió en bolsa su discurso antigrieta y agrietó dentro del Pro contra Macri, que tendrá rechazos altos en las encuestas pero cosecha los mayores apoyos dentro del Pro. Es el que tiene más peso.

Una pieza clave es María Eugenia Vidal, que fue del riñón de Larreta y ahora es la más dura en criticarlo. Todos irán en busca del apoyo radical. Larreta tiene un acuerdo con la fracción de Morales y el radicalismo porteño. Bullrich, con los mendocinos. Lo urgente: resolver los candidatos en Ciudad y en Provincia. Todo está mezclado. Santilli, candidato a gobernador, es el presidente del Pro porteño y Jorge Macri, candidato a jefe de gobierno, preside el Pro de Buenos Aires. Larreta se presenta como alguien que huye de los extremos y sale a buscar los votos no macristas. ¿Funcionará? Para él será la gloria o irse a casa.

Ricardo Roa 

(Clarín)


4 comentarios:

  1. Esos ojos desorbitados de cocainómano de Anibal Fernandez.

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  2. Un análisis excelente de Ricardo Roa..!

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  3. Larreta tiene diarrea mental si piensa que tiene posibilidades de ganar la presidencia, es desperdiciar votos, aunque sean pocos cuentan. Asi se asocie a los kukas no lo vota ni la madre.

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  4. cuando los políticos dejen de lado su ambición personal y piensen en el bienestar del pueblo volveremos a ser la ARGENTINA que envidiaban todos en el mundo y los que tenemos bastante edad recordamos.-OR

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