Walter Sinesio Moreno dio por cerrado el caso del crimen de un amigo suyo inculpando a tres personas.
Había una vez un juez de instrucción penal que tenía su juzgado en Villa Unión, zona turística a 60 kilómetros del parque nacional de Talampaya, en La Rioja. De mentón pequeño y hundido, carrillos abultados, anteojos de marco redondo, con un vago aire a Rowan Atkinson ya no será más Mr. Bean, se decía que su señoría era un personaje de la medianía judicial. Tenía a su cargo investigaciones importantes, por ejemplo el caso de la turista suiza Annagreth Wurgler, una chica de 28 años desaparecida en agosto de 2004 entre Villa Unión y Pagancillo.
El crimen del amigo del juez
El miércoles 9 de abril de 2008, la camioneta Ford Ranger del vendedor de autos Jorge Ormeño apareció en el fondo de un barranco de 10 metros de profundidad en un paraje llamado Zanja de la Viuda, ubicado entre Villa Unión y la localidad de Guandacol. El cuerpo estaba muy golpeado y las manos atadas. Lo habían rociado con nafta. Si la intención había sido quemarlo vivo o quemar el cadáver, no se logró. El forense, Juan Carlos Sánchez, hizo la autopsia y determinó que uno entre tantos golpes, propinado en la base del cráneo, fue la causa de la muerte.
La jurisdicción para investigar este asesinato era del juez de Villa Unión, es decir de su señoría Walter Sinesio Moreno. Y en pocos días, su señoría llevó tranquilidad a la población presentando el caso resuelto. Mandó detener a una examante de Ormeño, Edith Catalina Casas, y a dos viajantes de comercio, Jorge Díaz y Héctor Bernardo Fabián. En horas, el doctor Moreno concluyó que, a causa de una crisis sentimental, Edith había encargado a los vendedores que eliminasen a Ormeño. Y que éstos lo tiraron por el barranco de Zanja de la Viuda con camioneta y todo. Punto final. Caso resuelto.
Había algo que a la mujer de Ormeño, María de las Mercedes Chitarroni, le daba vueltas en la cabeza. Ese miércoles 9 de abril, su marido había recibido una llamada de su señoría a las 8 de la noche. El juez le pedía que fuera a los tribunales por negocios pendientes.
¡Las veces que el vendedor de autos había salvado a su señoría… las veces que le había prestado plata para cubrir cheques… con qué frecuencia usía tenía descubiertos en el banco! Y automóviles que se compraban y vendían. ¿Serán unos 20 pagarés los que el doctor Moreno le había firmado a Ormeño? En fin, cosa de amigos… ¿Cuánta plata era la deuda de su señoría, miles, cientos de miles… un millón? Y esa reunión ahora…
Un juego de llaves fue encontrado en la camioneta Ranger del vendedor de autos. Como corresponde, fue llevado al juzgado para su resguardo como evidencia pero apareció en el techo de una pensión donde paraba uno de los vendedores ambulantes detenidos por el caso. Además, un llamado del juez a su yerno, Jorge Sosa, reveló que su señoría le había encargado que buscase dos testigos que dijeran haber visto la camioneta de Ormeño frente a la casa de su examante, Edith Casas. ¿Y ese señor que se presentó como fiscal en la mismísima escena del crimen, y que luego le ordenó a un par de policías que detuvieran a los viajantes de comercio, ese señor… pero no es acaso Juan Carlos Sánchez, el médico forense? ¿Es forense y fiscal… un forense que se hace pasar por fiscal? Pruebas plantadas, engaños…
¿Una causa armada por el juez?
La noche del 9 de abril, Rodolfo Illanes, playero de la Estación de Servicio “Emmanuel” de Villa Unión, le vendió combustible dos veces a un mismo hombre y la segunda vez le cargó un bidón de 5 litros. Ese hombre era su señoría el juez Moreno. A las 23.30 de aquel 9 de abril, Luis Cerda recibió un llamado de su amigo el juez Moreno. Su señoría le pidió prestada la camioneta Toyota color marrón claro porque le dijo que “iba a visitar a una novia”. Y ya de madrugada Luis Vilas, un comerciante que iba por la ruta 40 vio a pocos kilómetros del paraje Zanja de la Viuda dos camionetas, una Ranger y una Toyota de color marrón claro. Eran las 4.
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A esta altura, la causa por el crimen de Ormeño estaba a punto de convertirse en una causa contra su señoría. Los abogados de la viuda de Ormeño y de su examante ya habían recusado a Moreno y presentaban escritos en lo del juez de Chilecito, Alfredo Ramos. La esposa de Ormeño estaba convencida de que era la próxima víctima del señor juez. El asunto llegó hasta el Procurador General de La Rioja, Claudio Ana.
Los dos pobres vendedores ambulantes, Díaz y Fabián, estaban en huelga de hambre, que en vista de las revelaciones del caso tenía el sentido de una reivindicación. Estuvieron 11 días presos, cinco de ellos incomunicados. Jorge Díaz dijo que el juez Moreno le pegó para que acusara a su compañero.
Jorge Ormeño salió de su casa en Villa Unión poco después de las 20.00 del 9 de abril respondiendo a aquella llamada del juez para una reunión en Tribunales. En esa reunión, también participaron dos policías de la comisaría de Villa Unión, Mario Rodríguez y Enrique Narváez, y un exgendarme conocido de su señoría que le solía hacer algunos “trabajitos”, Mario Isidro Barrios.
A los golpes, sacaron a Ormeño del juzgado, acaso inconsciente. Con guantes de látex y cinta que su señoría le había comprado personalmente a Yolanda Chanampa, farmacéutica de Villa Unión, llevaron a Ormeño al río sin nombre que está a pocos metros del kilómetro 3754 de la ruta 40, en el trayecto Guandacol-Villa Unión. Ahí, le pegaron tanto que murió. En ese mismo lugar, dejaron abandonados los guantes y la cinta. Pusieron el cuerpo de Ormeño al volante de su camioneta Ranger y rociaron el cadáver con la nafta que su señoría había comprado poco antes. Estaban en el barranco de Zanja de la Viuda.
Cuando hubo que empujar la camioneta para que se despeñara, él mismo lo hizo junto con el exgendarme Barrios, el de los “trabajitos especiales”.
De acuerdo con los registros de la antena ubicada en Villa Unión, las llamadas realizadas desde el número 03825-15415551 de su señoría, entre las 00.00 y las 03.41 del 9 de abril, lo ubicaban en el centro de Villa Unión. Desde la 03.47 hasta la 03.56, estaba en las cercanías de la antena de Agua del Medio. Esta zona comprende el río sin nombre donde fue golpeado Ormeño hasta morir, ubicado a escasos metros pasando el kilómetro 3754 en la ruta 40, en el camino Guandacol-Villa Unión y el Paraje Zanja de la Viuda.
El mismo celular también efectuó un nuevo llamado en la zona que abarca la antena de Santa Clara, a la hora 04.01 minuto. Era el momento cuando la camioneta pasó el paraje de Zanja de la Viuda e ingresó hacia un costado de la ruta y volvió a salir hacia Villa Unión. Estaban buscando un lugar propicio para dejar la camioneta con el cadáver de Ormeño. Coincide con lo que vio el comerciante Vilas, es decir dos camionetas sobre la ruta 40 en sentido Villa Unión-Guandacol a las 04.00
Una bicicleta y un juez en problemas
El 21 de abril, el juez Alfredo Ramos liberó a los dos viajantes de comercio y a Edith Catalina Casas. La orden de captura contra su señoría ya estaba vigente. Walter Moreno recorrió centenares de kilómetros ese día. Primero, fue a la casa de sus padres en Chamical y de ahí viajó a Chilecito a ver a sus abogados. Finalmente, se estableció en la ciudad de La Rioja, en el hotel Imperial, a esperar a los policías que iban a detenerlo. Lo hicieron a las 23.30.
La turista suiza Annagreth Wurgler (Foto: diario Chilecito)
Ese mismo día 21, apareció en la zona del parque nacional Ischigualasto, en San Juan, una bicicleta tirada en medio del campo. La bicicleta era roja con cuadro de aluminio y cambios tipo cross, con una carterita para herramientas, igual que la que tenía la suiza Annagreth Wurgler, la turista desaparecida entre Villa Unión y Pagancillo en 2004, el gran caso que tuvo Moreno antes de Ormeño. Lo curioso es que la bicicleta, que se determinó era efectivamente de Annagreth, no tenía signos de haber sufrido el deterioro de la intemperie a pesar de los años pasados. ¿Quién la guardó todo ese tiempo?
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El propio Moreno se encargó de ensuciar a Ormeño. Dijo que su amigo estaba ligado al tráfico de drogas y a la trata de personas, relacionándolo indirectamente con la desaparición de la suiza. Nada se sacó en limpio de estas acusaciones, al contrario, todo quedó mas turbio que antes. Meses después de estos episodios, una versión procedente de allegados a Ormeño (como si fuese una devolución de favores) decía que el cadáver de Annagreth estaba enterrado en la casa de su señoría. La casa fue allanada pero no se encontró nada.
Su señoría Walter Sinesio Moreno, el policía Narváez y el exgendarme Barrios fueron condenados a prisión perpetua en junio de 2009 por el crimen de Jorge Ormeño. El policía Rodríguez recibió 11 años y 8 meses. El fallo está firme. (TN)
Argentina.
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