Heredero exitoso
Jonatan Viale, cicatrices de una infancia menemista: recuerdos de Mauro y el cargo político que podría ejercer
Se crió entre cámaras y micrófonos radiales. Sufrió bullying cuando los mediodías de Viale padre explotaban el rating. Retrato del periodista que hoy surfea la tristeza.
Criado bajo el sol artificial de los reflectores de Argentina Televisora Color, podía jugar a las escondidas en el gigante de Figueroa Alcorta, mientras por sus narices desfilaban Norma Plá al grito de "450", Moisés Ikonicoff, Eduardo Duhalde y Carlos Grosso. Ya en la preadolescencia, su Disney World transcurrió detrás de las cámaras de América TV, entre carterazos, patadas karatecas y "primos lejanos" como "El Facha" Martel, Samanta Farjat, Natalia Denegri y Adriana Aguirre.
Jonatan Viale lleva en su chip infanto-juvenil pedazos de esa Argentina del 1 a 1 que otros veían por televisión, pero que él absorbía in situ, como una aspiradora, sin darse cuenta. Imaginemos un viaje al lapsus fines de los ochenta/principios de los noventa. Un niño va creciendo "regado" por el ritmo frenético de la radio y la televisión. Su sonajero son los botones de una consola, y su canción de cuna, la cortina de Fútbol de Primera. "Muevo yo, Mauro", le dicen los futbolistas a Viale padre, y Jony, chupete en mano, incorpora y centrifuga todo aquello.
Se recuerda perdido en ATC, explorando en recovecos, fascinado por la sala en la que colgaban las pelucas de Antonio Gasalla. "Subí, nene", podía decirle Gerardo Sofovich, el Director del canal, quien lo invitaba a desplazarse en su nave exclusiva, un carrito de golf que recorría esa usina del aire de casi 1.000 empleados.
El niño que creció entre cámaras.
Lo que en su memoria está borroso, se vuelve nítido en la nube. Youtube, el archivo Prisma y el Archivo Di Film documentan gran parte de esa niñez enmarcada en una flora y fauna de cables enroscados, consolas y palabras repetidas que en su cabeza infantil no tenían profundidad, "indulto", "caso Cabezas", "atentados", "Embajada de Israel".
Tenía 16 años cuando el 10 de enero de 2002 Alberto Samid lanzó un puñetazo a la boca de Mauro. Estaban en vivo en el estudio de América, el conductor le sugirió "pague los impuestos", y el matarife le exigió que se identificara con su apellido real. "Usted avaló la bomba a la AMIA", devolvió el presentador y la escena terminó impresa en remeras: piñas, patadas, tazas de café volando y el abdomen de Samid al aire.
Después de la pelea más famosa, en replay infinito, el que resultó más "herido" (sin haber presenciado el ring improvisado) fue el mismísimo Jonatan. En el colegio era tema de conversación. Los padres de los alumnos encendían el indignómetro, hablaban de "televisión basura", de lo "barroco" y "Kitsch" de algunos de los programas de Mauro. Hubo bullying y traumas.
"El bullying vino para 1997, más o menos. Yo estaba en la ORT, recién llegado de una burbuja, me cargaban y me defendía como podía, a veces no de la mejor manera", se anima. "Mi viejo siempre hizo taekwondo, mi hermana también. Ahí retomé fuerte y pasaron cosas. En las reuniones las directoras decían que no era una buena forma de solucionar un problema, hubo llamadas de atención, miles. Pero había que estar en ese momento en el lugar de un chico de 13 años al que cargan todos los días. Me burlaban mucho por donde vivía (La Torre Le Parc), era un momento del país complicado, mucha desigualdad durante el menemismo, había críticas a la clase social, a la forma de hacer tele de mi viejo. Yo lo único que hacía era defenderlo incondicionalmente".
La familia Viale de vacaciones en los noventa. Ivanna, Mauro, Leonor y Jonatan
Doscientos cincuenta y dos días transcurrieron desde el nocaut de la muerte de Mauro. Jony todavía habla de "él" en presente. El 11 de abril de este año, la Argentina recién se enteraba de que el periodista se había contagiado de Covid-19 cuando a las horas un comunicado del Sanatorio de Los Arcos dejó helados a seguidores y detractores. Mauro integraba el grupo de riesgo (73 años), pero había decidido seguir con el modo de vida que elegía desde hacía más de 50 años. Jonatan sintió que, como en un terremoto, sin previo aviso, el piso se abría y el techo se desmoronaba. Ahora, intenta surfear entre dolor y escombros.
Confesiones de un hijo
Nació a las 18 de un 12 de julio, Día de La Paternal, el barrio en cuyo conventillo se crió su padre y de cuya calle se inspiró para el apellido artístico-. Era 1985, y por entonces Mauro recorría estadios para Fútbol de Primera. Épocas artesanales, de shortcitos ajustados y pre-telebeam, con Mauro dejando su sello con muletillas inolvidables para los futboleros, al estilo "Jarabina" (en referencia a Enrique Hrabina),
No había cumplido un año Jony, cuando Mauro viajó a México para cubrir el Mundial '86. En la casa de Villa Crespo quedó al cuidado exclusivo de Leonor, su mamá, pero no sentía lejano a su padre: lo escuchaba como música de fondo en los relatos. No hay souvenir físico de aquel legendario viaje, pero sí un documento menos popular que el de Víctor Hugo Morales y su "barrilete cósmico": "Notable, notable, notable, se va, se va, se va", narra Mauro ante el gol a los ingleses. Si Jonatan siente vacío, ahora pone Play y vuelve a escuchar el cantito de su padre.
A los cuatro o cinco años se despertaba llorando cuando imaginaba la muerte de su papá. Su gran pánico era "no verlo más, ni a él, ni a mamá". Las "biblias" que su madre, psicóloga, había estudiado por años, parecían no servir. "Yo era muy mamero, cuando ella se iba a su consultorio, yo no la dejaba salir, me ponía detrás de la puerta. O a la una de la mañana le decía, 'vamos a tomar un helado o a ver el camión de la basura' . Un nene malcriado".
En las oficinas de Radio Rivadavia, la emisora en la que empezó su padre y hoy él conduce ciclo propio (Foto: Maxi Failla)
"Lo conozco de chiquito, cuando era arquero de Hebraica y acompañaba a su papá a la tele", dice una de las caras con más exposición de los '90, Jacobo Winograd. "Nunca me imaginé que ese nene que tuve a upa, de una familia con la que nos reuníamos a tomar café en Rond Point, se convertiría en periodista y en uno de los más importantes hoy", admite el hombre que echaba leña al fuego de Mediodía con Mauro. "A su padre le debo el haber recuperado a mi hija. Después, por cosas de la vida, nos peleamos, pero encontré a Jony antes de la muerte de Mauro y le pedí: 'Por favor, hacé lo imposible para que vayamos a tomar un café, le debo un abrazo'. Jony prometió que iba a mediar, pero pasó lo que pasó y no pudimos reencontrarnos".
En épocas en que ese Jonatan enrulado, pelirrojo y de poco más de un metro de altura jugaba a las escondidas en el canal, Winograd era parte de la escenografía, quien opinaba sobre el jarrón de Coppola, una causa que reventaba cualquier pronóstico de rating. "Yo era amigo de Guillermo, lo defendía cuando lo trataban como si fuera un Pablo Escobar Gaviria o un Chapo Guzmán, y el país se paralizaba", evoca. "Era yo quien juraba que él no vendía droga, que se había comido una cama, una trampa política, y el tiempo me dio la razón. Mauro estaba enloquecido con mis intervenciones y pedía que me hicieran contrato".
"Finalmente Eurnekian me hizo un contrato. Fui testigo de ese nene que en ese momento jugaba mientras a nosotros nos trataban como la televisión basura. ¿Mejoró la televisión?", se pregunta Jacobo y se contesta solo. "No. Ni los mediáticos de hoy son mejores. Jony, con su estilo distinto, merece lo que le está pasando".
Regalo de Dios. Algo así significa el nombre que le eligieron (en hebreo "el que Yahveh ha dado"). Jonatan Maximiliano llegó al mundo siete años después que Ivanna, la primogénita. Vivieron primero en un octavo piso de Frías y Corrientes, en Villa Crespo, y luego se mudaron cerca, a Panamá y Corrientes. Clase media "básica", hasta el salto: la distinguida Torre Le Parc.
Jonatan Viale junto a sus hijos.
Quería ser ingeniero en informática o analista en sistemas. Al menos eso creía mientras cursaba el secundario en el ORT. Hardware, Software, programación, ordenadores parecían ser su fetiche, pero sólo se trataba de una distracción. Cuando hubo que elegir una carrera, decidió estudiar Ciencias Políticas en la Universidad de Belgrano.
Su primer trabajo periodístico fue a los 16, en Rivadavia, la misma emisora en la que hoy conduce Pan y Circo (de lunes a viernes, de 15 a 17). Por entonces lo suyo era "el otro lado", "el detrás" artesanal: husmeaba en el Ascenso para La oral deportiva, "llamaba por teléfono para ver cómo iba, por ejemplo, Comunicaciones, y le pasaba la información a un periodista que la daba al aire junto a Enrique Sacco".
Después se transformó en el productor de Mauro en Radio Concepto. Sabía que seguirle el tren a su padre implicaba estar atento a la noticia ocurriese cuando ocurriese. "Me acuerdo que en 2004 pasó lo de Cromañón, y fui y lo desperté: 'Pasó algo en un boliche, pá'. Mi viejo saltó de la cama y nos fuimos a la radio. Yo le iba llevando información".
Para 2008, quien escuchaba a Viale Jr. al aire no lo vinculaba a Mauro Viale. En su primer ciclo propio -por Radio Colonia- el muchachito de 23 años se presentaba como Jonatan Goldfarb, su apellido real. "Era esa negación del principio, que no dijeran que estaba acomodado, el Edipo, el hecho de decir, 'no tengo nada que ver con mi viejo'. Después, todo lo contrario: me da orgullo, todo el tiempo quiero que sepan que soy el hijo de él".
El hijo de Mauricio Goldfarb "cambió el carácter desde que pasó lo del papá", describe Nancy Jelaber, Jefa de locutores de Radio Rivadavia, cuya voz lo acompaña a diario. "Es tranquilo, metódico, se pone colorado de nada, llega temprano a la radio. Durante su editorial, a pocos minutos de iniciado el programa, no vuelva una mosca en toda la radio. En la oficina que estés, todo el mundo escucha atento. Él le dedica mucho tiempo a su editorial. Se levanta temprano, estudia, prepara, lee, relee”.
En casa de un ex Presidente
Los recuerdos de su infancia están atravesados por el menemismo. Por entonces el riojano de las tupidas patillas no era un señor lejano, un Presidente que sólo prometía vuelos a la estratosfera en dos horas: era el amigo de papá, el que podía llamar en medio de una comida o invitar a la familia a ver un Boca-River en Olivos.
Entre los mosaicos sueltos que Jony intenta traer al presente está el día en que acompañó a su padre a ATC, a una jornada de aire del ciclo Mediodía con Mauro. Al compás de la aguja de Ibope que reventaba, volaban las copas de agua mineral con María Fernanda Villar (expareja de Poli Armentano) y su madre. Terminado el programa, los Viale subieron al auto y sonó el teléfono-bodoque. Antes de atender, con el "ladrillo" en la mano y la conciencia del desborde, Mauro le anticipó a su hijo: "Me parece que hoy me echan".
La voz del otro lado lanzó una carcajada: "Soy Carlos Saúl. Lo felicito, Mauro. Hoy me hizo cagar de risa".
Jonatan Viale junto a Mauro en el estadio de River
El 29 de septiembre de 1996 el Boca Juniors de Carlos Salvador Bilardo enfrentó al River de Ramón Díaz en la Bombonera. El partido pudo haber terminado 2 a 2, pero hubo épica xeneize y el marcador cambió a un 3 a 2 agónico. En el minuto '90 llegó el "nucazo" del uruguayo Hugo Romeo Guerra, que apuñaló el ego deportivo del reelegido. Aquel mal trance futbolístico histórico no lo vivió en soledad el entonces Presidente argentino. En la mismísima quinta de Olivos estaban su grupo de aliados y una dupla invitada especialmente: de un lado, Mauro; del otro, Jonatan.
El resultado no ayudó al buen humor de Menem aquella tarde, los invitados tuvieron que irse enseguida, pero Mauro insistió en quedarse y lo logró. "Terminaron hablando una hora de política".
Los zapatos brillosos de Mauro (un canje de Botticcelli) se paraban en el centro de la escena y cualquier cosa podía emanar de esa caja televisiva: pasos de artes marciales, golpes de boxeo a lo uppercut, personas ofendidas abandonando el estudio. Mientras Martha Susana Holgado juraba ser la hija de Juan Domingo Perón y los politólogos se preguntaban hasta cuándo era posible la convertibilidad, los ojos celestes de Jonatan enfocaban, pero el pensamiento estaba en otro lado, la preocupación pasaba por si llegaría a tiempo a jugar al fútbol en la canchita de la calle Yatay. O por tachar los días a la espera de los veranos en la quinta de Cañuelas.
Jony, alias "el intenso"
En la soledad de su habitación, su juego recurrente era reproducir la actividad primaria de su padre: relataba, comentaba y se encarga de los avisos comerciales. "Ordenaba en una cancha a los jugadorcitos, un 4-3-3, inventaba partidos, los grababa y después escuchaba cómo habían salido", cuenta antes de irse a dormir, terminado su programa Realidad, en La Nación+. "Mi viejo era de River. Él decía que era de Argentinos Juniors, yo nunca le escuché decir nada de Argentinos. Yo lo que recuerdo es volver del country escuchando a Lito Costa Febre y los goles de River. Para mí, mi papá era de River y se hacía el boludo, decía Argentinos para quedar bien. Ahora esa pasión sigue con mi hijo más grande, Romeo".
Todavía conserva un muñeco de gran valor para coleccionistas, que le regaló el locutor Antonio Carrizo durante el Mundial de 1990. Mauro conducía en ATC durante ese verano italiano (invierno para nosotros) y el hombre de Villegas le obsequió a Ciao, la mascota con cabeza de pelota de aquella Copa del Mundo.
Hay una figura clave en su construcción, más allá de su padre, y es Arturo, el mismo al que suele nombrar en sus editoriales: el abuelo materno, polaco, zapatero, llegó a la Argentina con lo puesto y huyendo del nazismo. Se casó con Zulema, montó una zapatería en su casa y cumplió cada capricho de Jonatan, desde los paseos en subte, a los que el niño era fanático, o las tardes de visita a una casa rodante estacionada en Parque Centenario con la que "Little Viale" quedaba fascinado.
Padre de dos, Licenciado en Ciencias Políticas, a los 36 Jonatan atraviesa un momento laboral intenso y un duelo (Foto Maxi Failla)
A Jonatan lo llaman "el intensito". Lo certifica la productora de La Red (AM 910) Jazmín López Joaquín, quien trabajó durante cinco años con él. "Era intenso, pero se trabajaba muy bien. Había que tener plan A, B y C, por si se caía alguna entrevista. Estábamos conectados 24/7", suma la que sabía con qué ADN estaba tratando. Alguna vez Viale padre le había pedido a la productora Yanina Salvador una tarea pesada: lograr meter un elefante en el estudio de Canal 7. La muchacha lo logró. A Mauro nunca le alcanzaba.
No parece existir una vida extravagante muros afuera del trabajo para el treintañero al que María Laura Santillán definió como "un niño viejo". Conservador, estructurado, lo califican en el medio. "No hay demasiado que contar sobre mí", dice tímido, y esas palabras podrían ser carne de análisis para José, su psicólogo, que lo reta por su inconstancia. Empezó terapia a los 18, por "tema de mujeres", cortó, volvió, cortó y regresa cuando no puede domar a su mente.
Es amante de las milanesas, asiduo asador, fanático de Queen y de la serie Succession, de HBO. Sólo River Plate parece encenderlo más que el trabajo. El summum de su fanatismo lo vivió en vivo y en Madrid, el 9 de diciembre de 2018, durante la final de la Copa Libertadores entre Boca y River. En el Bernabeu terminó a los abrazos con ídolos de su infancia como Javier Saviola y Fernando Cavenaghi.
Un romance por Facebook
La historia de amor entre sus padres nació en los sesenta. Mauro hacía sus primeras armas como periodista, unos amigos los presentaron en una salida grupal al cine y hubo química. Tanta que él no pudo concentrarse en la película. Dice la leyenda que hubo intercambio de números de teléfono fijo, un vínculo intenso inmediato, llamados cada día desde Radio Rivadavia y encuentros en la puerta de la Facultad de Psicología donde Leonor Schwadron estudiaba.
Primero hubo una fiesta de compromiso y enseguida la boda, en 1965. La luna de miel fue en Río de Janeiro. Al tiempo nació Ivanna. Pasarían siete años hasta la llegada de Jonatan.
Mauro Viale y su mujer, Leonor
Ese modelo "larga duración" (medio siglo de pareja) parece intentar hoy el padre de Romeo (5) y Rafael (2). Casado desde 2015 con la productora Micaela Krolovetzky, se ríe cuando recuerda la prehistoria del romance, un flechazo para él en el que tuvo que usar "remos" para que esa fascinación se convirtiera en algo mutuo.
La primera vez que se vieron fue en un programa de A24, donde ella trabajaba. Para Micaela fue un invitado más. Jonatan preguntó su nombre, tuvo una corazonada, la buscó en Facebook e inició el plan para que ella empezara a registrarlo, sin demasiada suerte más que respuestas monosilábicas por mensaje privado. Finalmente, una valija perdida terminó uniéndolos.
"No me daba bola. Viajó, perdió el equipaje, me enteré e hice de todo para conseguir que se la devolvieran y no hubo caso. La valija nunca apareció. Entonces, compré una nueva y la llené de chocolates, ositos", cuenta. "Recién ahí me dio un café, cinco minutos, y a la segunda o tercera cita fuimos al cine, a ver James Bond. Costó un montón".
Jonatan Viale y su mujer Micaela Krolovetzky, productora de TV.
La relación cumplía dos años y medio cuando pasaron por el Registro Civil de la calle Uruguay. Desde entonces, a pesar de ser él un workaholic, Micaela le gana a la obsesión laboral. Cuando ella comenzó el trabajo de parto, por ejemplo, Jonatan leyó el aviso en su teléfono y decidió abandonar el estudio de Intratables, con Daniel Vila -Presidente del Grupo América- en el piso. "Con los años me fui dando cuenta cuánta más importancia tiene la familia sobre el trabajo".
-¿Le recriminaste alguna vez a tu papá que le restó tiempo a la familia por su adicción al trabajo?
-No, para mí fue un padre muy presente. Laburaba mucho, pero también estaba conmigo, me llevaba al trabajo, estuvo mucho con mi hermana. Yo le recriminé al aire que en el último tiempo no tenía necesidad de estar cinco horas al aire los domingos. Pero él me retrucaba que era lo que lo hacía feliz. Entonces no hay nada que discutir.
-¿Lo soñás mucho?
-No, lo soñé dos veces, pero lo siento en momentos. Me voy a bañar y siento que me dice algo de alguna forma, veo señales, ni hablar videos. Hace un tiempo tuve un sueño raro y fui a mi psicólogo para preguntarle qué era. Me dijo que sólo son sueños.
-¿Hubo algo importante que te haya dicho antes de su muerte, o resignificás hoy alguna palabra, algún gesto?
-Me acuerdo de lo último. Él ya estaba con esa máscara de mierda y me decía todo el tiempo: "Va a estar todo bien, papito'. De hecho ese fue uno de sus últimos mensajes. Ni a palos intuíamos nada de lo que terminó pasando. Me asusté mucho cuando lo vi tirado en diagonal en la cama sin poder moverse, dije 'evidentemente el Covid te saca toda la fuerza', pero pensé: lo metemos en el hospital y sale como nuevo. Esa era mi fantasía. Releyendo, porque releí mil veces los mensajes, entendí que él, tal vez, se daba cuenta de lo que estaba pasando y nosotros no.
-¿Peleaban? Muchas ideas los separaban...
-No, para nada. Lo más sagrado que me dio fue la libertad. Ni siquiera teníamos diferencias ideológicas. Teníamos diferencias en algunas cosas con respecto al Gobierno, nos tomábamos eso en joda. Uno de los últimos cumpleaños de Romeo invité a mis mejores amigos. Todos piensan más o menos como yo. Él se reía, "son todos gorilas, chetos". Era divertido. Nunca nos tomamos en serio las diferencias.
-¿Te interesó alguna vez el periodismo de calle ?
-Es que soy un queso para eso. Intenté, una vez hice un móvil con Pamela (David) en la época de los cortes de luz. Subí cuatro pisos con un señor al que le habían cortado el servicio y no funcionó mucho. Me gusta más lo analítico.
-¿Qué te pasa con la critica feroz, el insulto, las redes sociales? En otro tiempo, por ejemplo, tu padre no podía enterarse así de lo que opinaban de él.
-No entro a Twitter porque me parece que no suma. Sé que es direccionada por un sector político y no digo que me resbala, pero no me importa tanto. Tal vez hace unos años me importaba más, y me ponía a la defensiva. Será que estoy más grande. Me parece que si te jugás por una forma de ver la vida, te lo tenés que bancar. Mi papá me decía: 'Curtite, pendejo'. El camino está lleno de espinas.
El casamiento de Jonatan Viale y Micaela en 2015.
"Maradoneano" y de River. Puede sonar a contradicción, pero se enorgullece de esa paradoja. Alguna vez, con una pierna quebrada y los sueños de fútbol rotos, prendió el televisor y tuvo consuelo: El Diez -porción de pizza en mano- le mandó una "pronta recuperación" a cámara, por pedido de Mauro. Diego era parte del paisaje de los Viale. Mauro lo había conocido cuando Pelusa tenía 11 años y había viajado a Embalse Río Tercero para disputar un torneo con los Cebollitas. Desde entonces la relación alternaba el amor, el enojo, el amor otra vez, sin descanso.
La amistad pública quedó registrada en épocas del Caso Coppola, cuando Diego manejaba un camión Scania y se encaprichaba con entrar al canal América con el bólido. "Hubo que romper una puerta y adaptarla para que pudiera estacionar adentro", se ríe el testigo de esa era.
"Una vez fui a su quinta, era el cumple de Dalma, estaban los actores de la tira Cebollitas y jugamos al fútbol con él. En un momento la pelota queda picando, Diego hace una tijera en el aire, nos deja a todos con la boca abierta y nos pusimos a aplaudir. Décadas después me tocó entrevistarlo, él desde Dubai. Ya no estaba bien. No quería dejarlo expuesto, se mezcló mi admiración con la necesidad de que saliera al aire algo bueno".
Javier Saviola junto a Jonatan Viale
Una entrevista a Mario Vargas Llosa, otra a Daniel Barenboim que destaca en su currículum. Esto recién parece empezar, pero en el horizonte ¿podría existir el volantazo hacia la política, como tantos de sus colegas? Jony respira y explica algo que podría sorprender al mismísimo Rodolfo D'Onofrio.
-¿Yo en política? No lo creo, sinceramente. Veo a mis amigos periodistas devenidos en políticos, Caro Losada, Martín Tetaz y hay que estar muy curtido. Tampoco es algo que me vaya a apasionar. A mí me gusta la política, pero analizarla. Tal vez política haga en algún club de fútbol... Pero más adelante. Bueno, en un club, no: en el único club. (Clarín)
Siempre veo a Jony Viale y la nota me parece estupenda.
ResponderEliminarCoincido , nada que ver con su padre , gracias a Dios
ResponderEliminarMauro como periodista fue un mercenario, pero como padre debe haber sido excelente. No me caben dudas.
ResponderEliminarel padre era una basura humana pero el pibe no y me da lástima porque se nota a una legua el conflicto interno que tiene.
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