El rabo del perro de Alcibíades o La estrategia de la distracción
Alcibíades, el niño bonito y mimado de Atenas, que en su juventud destacaba por su belleza entre los efebos, al que desearon por igual hombres y mujeres, centro de atención de todas las miradas, allá por donde pasaba levantaba toda una polvareda de comentarios apasionados sobre su persona. El rico aristócrata sobrino de Periclés y discípulo de Sócrates, que se interesó por él, aunque no consiguió desviarlo de su ambición por el poder, sacaba a pasear por Atenas un magnífico perro, cuya espléndida cola destacaba por su vistosidad, por el que había pagado la astronómica suma de setenta minas, es decir siete mil dracmas de entonces, una cantidad exorbitante, para que todos admiraran el porte sublime del can, acorde con la dignidad de su dueño que hacía de él ostentación. Asociadas ambas imágenes, la del perro y la de su dueño, los atenienses ya no sabían si el animal se parecía al amo o el dueño al perro en una rara y perfecta simbiosis.Cuando el perro ya no era novedad -noticia, diríamos hoy-, acostumbrados como estaban los atenienses al espectáculo de verlo paseando con su dueño por el ágora de Atenas, y se había agotado ya ese tema de conversación, Alcibíades ordenó caprichosa- e inexplicablemente que le amputaran la cola para escándalo de sus compatriotas. Aquello provocó entre amigos y conocidos un aluvión de críticas y comentarios reprobatorios. Nadie entendía excepto él por qué había tomado una decisión tan arbitraria que demostraba, además, crueldad, maltrato animal y mal gusto. Todo el mundo lo criticaba, pero él, muy tranquilo y risueño, comentó a sus más íntimos allegados que, mientras los atenienses hablaban de la amputación del rabo, no reparaban en cosas peores concernientes a su persona que, con esta estrategia de distracción a modo de cortina de humo, lograba pasar desapercibida. Alcibíades no era un don Nadie en la Atenas de Periclés del siglo V, sino, huelga decirlo, un mandatario. Mientras el vulgo hablara del perro, se olvidarían de los asuntos públicos de mayor enjundia y más turbios, asuntos sociales, políticos y económicos de su gobierno.
Porque no? Es hora que el gobierno permita a las privada comprar partidas. El que puede pagarlo se vacuna. Es menos gasto para el gobierno y hay mas ciudadanos ïnmunizados" Pero como aca tenemos un gobierno de inutiles, no compran vacunas para tener a todos encerrados, se gastan la guita en boludeces (llevar y traer a la faraona al sur), vacunan a familiares y amigos (Massa, Duhalde, piqueteros)
le dio su lugar a un persona para que se vacune, EGOISTA Y CAGADOR es ser como Tinelli y tantos otros que están llenos de guita y pueden viajar y le quitan la vacuna a un pobre, en lo que estuvo idiota MM fue en decir que se iba a vacunar último, como lo dijo también el Dibu Fernández
El rabo del perro de Alcibíades o La estrategia de la distracción
ResponderEliminarAlcibíades, el niño bonito y mimado de Atenas, que en su juventud destacaba por su belleza entre los efebos, al que desearon por igual hombres y mujeres, centro de atención de todas las miradas, allá por donde pasaba levantaba toda una polvareda de comentarios apasionados sobre su persona. El rico aristócrata sobrino de Periclés y discípulo de Sócrates, que se interesó por él, aunque no consiguió desviarlo de su ambición por el poder, sacaba a pasear por Atenas un magnífico perro, cuya espléndida cola destacaba por su vistosidad, por el que había pagado la astronómica suma de setenta minas, es decir siete mil dracmas de entonces, una cantidad exorbitante, para que todos admiraran el porte sublime del can, acorde con la dignidad de su dueño que hacía de él ostentación. Asociadas ambas imágenes, la del perro y la de su dueño, los atenienses ya no sabían si el animal se parecía al amo o el dueño al perro en una rara y perfecta simbiosis.Cuando el perro ya no era novedad -noticia, diríamos hoy-, acostumbrados como estaban los atenienses al espectáculo de verlo paseando con su dueño por el ágora de Atenas, y se había agotado ya ese tema de conversación, Alcibíades ordenó caprichosa- e inexplicablemente que le amputaran la cola para escándalo de sus compatriotas. Aquello provocó entre amigos y conocidos un aluvión de críticas y comentarios reprobatorios. Nadie entendía excepto él por qué había tomado una decisión tan arbitraria que demostraba, además, crueldad, maltrato animal y mal gusto. Todo el mundo lo criticaba, pero él, muy tranquilo y risueño, comentó a sus más íntimos allegados que, mientras los atenienses hablaban de la amputación del rabo, no reparaban en cosas peores concernientes a su persona que, con esta estrategia de distracción a modo de cortina de humo, lograba pasar desapercibida. Alcibíades no era un don Nadie en la Atenas de Periclés del siglo V, sino, huelga decirlo, un mandatario. Mientras el vulgo hablara del perro, se olvidarían de los asuntos públicos de mayor enjundia y más turbios, asuntos sociales, políticos y económicos de su gobierno.
¡Excelente, Serguey! Como todos tus aportes...
EliminarPorque no?
ResponderEliminarEs hora que el gobierno permita a las privada comprar partidas. El que puede pagarlo se vacuna.
Es menos gasto para el gobierno y hay mas ciudadanos ïnmunizados"
Pero como aca tenemos un gobierno de inutiles, no compran vacunas para tener a todos encerrados, se gastan la guita en boludeces (llevar y traer a la faraona al sur), vacunan a familiares y amigos (Massa, Duhalde, piqueteros)
No solo son un gobierno Korrupto, sino que ademas son ASESINOS!
EliminarMatías Almeyda contó que quiso comprar vacunas para toda la ciudad de Azul tras la muerte de su padre por coronavirus, pero no se lo permitieron.
https://www.infobae.com/deportes/2021/05/11/matias-almeyda-conto-que-quiso-comprar-vacunas-para-toda-la-ciudad-de-azul-tras-la-muerte-de-su-padre-por-coronavirus-pero-no-se-lo-permitieron/
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Eliminarle dio su lugar a un persona para que se vacune, EGOISTA Y CAGADOR es ser como Tinelli y tantos otros que están llenos de guita y pueden viajar y le quitan la vacuna a un pobre, en lo que estuvo idiota MM fue en decir que se iba a vacunar último, como lo dijo también el Dibu Fernández
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