Los que tiraron el globo de ensayo de que es preferible en default a una mala negociación no son muy conscientes de lo que significaría caerse del mapa.
Vayamos por partes: así como deseo, igual que cualquier argentino bien nacido, que al presidente le vaya bien, también rezo cada día para que Alberto Fernández y Cristina no se peleen. ¿Estoy agitando un fantasma que no existe? Espero que solo sea un temor infundado. Espero que la promesa mutua que se hicieron de no pelearse nunca más en la vida la cumplan, hasta el final.
Pero sería un tonto o un periodista mal informado si no supiera o dedujera que piensan distinto. Incluso, a veces, muy distinto. Y que piensan distintos en asuntos claves. ¿Qué asuntos? La Justicia y la impunidad; los países a los que Argentina necesita como aliados; el vínculo con los medios y los periodistas; cómo combatir la inseguridad. E incluso piensan distinto en el asunto de la deuda.
No quisiera que Alberto y Cristina se pelearan. Se que no solo se juramentaron no hacerlo. También se que pactaron:
• Que ella lo ungiría como presidente y que él le ayudaría a cerrar, una por una, la decena de causas de corrupción que la tienen como procesada. (el problema es que lo segundo no sucederá. por lo menos en lo inmediato).
• También acordaron que él controlaría algunas áreas y cajas del Gobierno y ella otras y que los cargos expresarían la diversidad del frente, en un reparto equitativo que contempara a los gobernadores, los intendentes, Sergio Massa y Cristina y La Cámpora, entre otros.
El discurso de ayer de Alberto Fernández es la expresión de este delicado equilibrio. A mi no me llamó la atención el video que se viralizó y que la hizo aparecer a Cristina como retándolo y peleándose. Sencillamente porque tardás cinco minutos en darte cuenta que es mentira.
Sí me llamó la atención que no la nombrara ni una vez. Que mencionara a Raúl Alfonsín, Néstor Kirchner o al general Manuel Belgrano pero a Cristina Fernández de Kirchner ni una vez. No para bien ni para mal.
Quizá lo hizo porque sintió que, después de todo, este era su discurso, y que le pertenecía del principio hasta el final. Quizá lo hizo por las mismas razones por las que le aconsejó, a Nestor Kirchner, cuando el era su jefe de gabinete, y tuvo que dar su primer discurso de apertura de sesiones ordinarias, que no dijera nada que no pudiera sostener con sinceridad.
Y quizá lo hizo porque al final comprendió que, para nombrarla, tenía que hablar de la pesada herencia que dejó Cristina, más allá de la pesada herencia que también dejó Mauricio Macri.
Que debería haber hablado también de la manipulación de las estadísticas, de la negación de los datos de la pobreza, y de los sótanos del poder que también transitaron, Néstor y Cristina, cuando él mismo Alberto Fernández era jefe de Gabinete.
Recordemos, una vez más, que Gustavo Béliz se tuvo que ir porque se atrevió a mostrar la foto de Jaime Stiuso.
Cada uno de los analistas puso en acento en la parte del discurso que le importó más o que le pareció más importante. En el anuncio de la reforma de la ley de inteligencia para terminar con la connivencia de los espías y los jueces. En la reforma judicial para licuar o colonizar el poder de los 12 jueces de Comodoro Py. En la parte que pone énfasis en la legalizacion del aborto. En la parte que habla de los mil días para que el estado contengan a aquellas mujeres que estén dudando en abortar por diferentes razones. En el anuncio de que el campo tiene que aceptar un nuevo aumento de las retenciones a los que llamó derechos de exportación. En el momento en que advirtió que castigaría a los formadores de precios que aumentan su rentabilidad sin justificación económica.
O cuando amenazó con llevar a la Justicia los que según él, podrían haber hecho un negocio mayúsculo con la fuga de capitales que produjeron las diferentes devaluaciones del gobierno de Macri. Pero a mi, lo que más me llamó la atención, es la parte casi final, en la que dijo, palabra más, palabra menos: "Estamos todos en el mismo barco”. Porque fue su manera de advertir, sin estridencias pero también sin disimulo, que si sacudimos demasiad el avispero esto se va a la mismísima miércoles.
Me parece que, fue, primero, un mensaje para los propios. Para los que agitan el fantasma de la existencia de presos políticos, el tribunal de ética para periodistas de investigación y delirios como la intervención de la Justicia en la provincia de Jujuy o el estrambótico proyecto de las senadores del Frente de Todos que propone anular las prisiones preventivas para aquellos que hayan sido mencionado en un medio de comunicación.
También un mensaje para los que sueñan, que después de un eventual fracaso de Alberto Fernández, vendrá cristina con un planteo mas radical, más extremo, y sacará al país adelante a pura radicalización. Del discurso y de la acción política.
Yo pienso todo lo contrario. Que si Alberto Fernández fracasa, o si la Argentina va, oficialmente, al default, se lleva puesta a Cristina, a toda la dirigencia política, al sistema y al país.
También me parece una frivolidad que repitan que algunos, dentro del propio gobierno, repitan ya estamos, técnicamente en default, y que si entramos oficialmente en cesación de pagos, la economía real casi no lo sentirá.
No se de donde piensan que va a salir dinero para un estado que gasta mucho más de lo que ingresa. No se cuánto tiempo más podrá la Argentina vivir con lo nuestro, como sugieren algunos progresistas de café con sueldo del estado.
Quizá Alberto no haya dicho todo lo que piensa ayer. Quizá lo haya dicho con empresarios alemanes, una vez, y en la visita a Italia, otra. Fue en privado, pero sus palabras se filtraron enseguida. Una frase fue: "Estamos en terapia intensiva”.
La otra: "Si supieran lo cerca que estamos del precipicio todos seriamos un poquito mas responsables”. Fue, de nuevo, un mensaje, dirigido, primero, a los propios y luego a todos los demás.