La rarísima y, a la vez, extraordinaria metamorfosis de Mauricio Macri
Todos los seres humanos, sin ser necesariamente conscientes de ello, nos movemos en base a una serie de supuestos sobre cómo funciona el mundo que nos rodea. Los ojos mandan señales al cerebro que ordena arriba lo que está arriba, abajo lo que está abajo, y lo mismo a derecha y a izquierda. Eso nos permite, por ejemplo, movernos sin chocar con todo o no caer por las escaleras. Hay una afección que se llama laberintitis, que desordena todo eso. Un pequeño pero certero golpe cerca del oído puede causar que, en cuestión de minutos, todas esas referencias se pierdan y al afectado solo le quede el recurso de gatear hasta una cama o quedarse quieto mientras todo gira alrededor. El mundo da vueltas. Es aterrador. Por suerte, también es curable.
Mauricio Macri sufrió en este último año y medio algo parecido a una laberintitis. No es solo que se le desbarrancó la economía y recibió una derrota tremenda en las primarias. Es algo más profundo. Él pensaba que el mundo funcionaba de una manera, que la economía se regía por ciertas reglas, que podía confiar en la inteligencia y la sabiduría de algunas personas y en otras no, que la sociedad, pese a todo, lo acompañaba. De repente, en pocos meses, todos los parámetros, los supuestos que lo guiaban en su vida, se derrumbaron. Arriba no era arriba, abajo no era abajo, ni la derecha ni la izquierda estaban donde él creía. ¿Cómo se recompone alguien en ese contexto? ¿Qué sale de esa situación dónde todo da vueltas sin ton ni son? Las respuestas a estas preguntas, en el caso de Macri, se están viendo en estos días: aparece alguien distinto.
El masivo acto que Macri encabezó en Belgrano
Convengamos que habla para el orto de él, lo trata como un ser desbocado y con delirios místicos y a sus votantes poco menos que como energúmenos. Tampoco dice que va a ganar, sino a perder por menor porcentaje. Por mí este pelotudo de Tenembaum se puede ir bien al car#ajo.
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