miércoles, 4 de abril de 2012

Qué Pasa. Un mal momento

Nota aparecida en el diario El País de Montevideo

Manotones de ahogado 

"Sin dinero, Cristina Fernández, se ve obligada a tomar medidas extremas".

El gobierno argentino pasó de alardear de sus éxitos a buscar recetas para salvarse del desastre. Y eso nos termina incumbiendo.

Todo venía bien. Mejor que bien. Aunque hacía menos de un año que había enviudado (bueno, o quizás por eso), Cristina Fernández había conseguido la reelección. Su lugar en la historia estaba asegurado. Además, lo había conseguido con casi 54% de los votos. Ese respaldo popular era aún más deslumbrante cuando se lo comparaba con el que tuvo su difunto esposo cuando llegó a la Casa Rosada, en 2003: un magro 22%.

Atrás de ella, un equipo de gobierno en el cual sobresalía el vicepresidente -y ex ministro de Economía- Amado Boudou, joven, rockero, farandulero y elegido personalmente por Fernández. Además, un conjunto de entusiastas cuadros jóvenes -entre ellos el hijo varón de Kirchner y Fernández- que luego decantaron en el grupo La Cámpora, bautizado así en honor a Héctor Cámpora, quien le preparó la Casa Rosada a Juan Domingo Perón con una breve presidencia en 1973.

A eso se le podría agregar indicadores económicos en los que conceptos como "superávit" y "crecimiento" se repetían tanto en los discursos oficialistas como en las renuentes y desarticuladas voces opositoras. Lo único que parecía faltar era la aureola y un nombre mejor dispuesto al diminutivo: "Cristinita" no tiene ni la comodidad ni el encanto de "Evita".

Eso fue a fines de octubre del año pasado. A esta altura de 2012 - bien a lo argentino-, la situación tiene de todo, menos entusiasmos. Hay, incluso, una crisis política instalada en el centro mismo del Poder Ejecutivo, ya que se sospecha que el vicepresidente Boudou intervino para favorecer a la única empresa habilitada para imprimir billetes en Argentina, dirigida por un amigo personal suyo.

Y hay más: una fuga de capitales que se estima en más de 100.000 millones de dólares y antiguos aliados como el ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, vueltos adversarios mediáticos con denuncias de censura a su favor. Y el estado de crispación sigue siendo el tono presidencial que sigue chocando con los grandes medios, por ejemplo.